Derecho del trabajo y relaciones laborales

Derecho del trabajo y relaciones laborales

lunes, 23 de abril de 2018

1 de Mayo, conociendo lo que conmemoramos


Se aproxima el primero de mayo correspondiente a este año 2018, y sabemos que es día del trabajo porque desde niños lo aprendemos y en el colegio nos hablan de este día relacionándolo con nuestro artículo 123 constitucional, en el cual se contienen todas esas conquistas que heroicamente han obtenido las generaciones de trabajadores del siglo XIX y principios del siglo XX de las cuales nos repiten las maestras de educación primaria nos debemos sentir orgullosos, ya que así lo narra la historia de nuestro país, y porque nos han dicho también que gracias a los más desprotegidos sectores como los obreros y los campesinos estalló la tan comentada en los libros de texto gratuitos, Revolución Mexicana.

Más adelante nos enteramos para seguir acrecentando ese orgullo patriótico revolucionario, que nuestro artículo 123 constitucional fue el pionero en incorporarse a la Constitución Política de un país, el nuestro, México, incluso antes de incorporarse a la Constitución de Weimar, Alemania, que por mucho tiempo fue reconocida como la primera constitución formulada desde una plataforma social, hoy México tiene ese orgullo histórico que nos ha mantenido inflamado el pecho de orgullo por más de cien años.

Volviendo a la fecha que en principio comentamos he decidido hacer algunos breves comentarios para enterarnos del motivo real que conmemoramos, y del porque esta fecha la relacionamos en nuestro país y en muchos otros con el día en que festejan los trabajadores.

Empecemos por decir que el día 1 de mayo lo celebramos como día del trabajo no solo en México, sino de manera internacional, y lo que motiva en concreto a esta fecha son los hechos acontecidos del 1 al 4 de mayo  de 1886 en la ciudad de Chicago en Estados Unidos, donde cansados de los abusos provocados por los patrones debido a las pocas fuentes laborales y el alto desempleo salieron a la calle a manifestarse más de cincuenta mil trabajadores con una consigna en específico, la de regular como jornada laboral máxima de 8 horas diarias con un día por semana de descanso de la jornada semanal. Y es que por esos días no era extraño encontrar trabajadores que desempeñaban jornadas inhumanas de hasta 14 o 15 horas diarias sin días de descanso, lo que provocaba perdida de salud en los trabajadores, así como una nula calidad de vida.

La jornada de ocho horas que exigían los obreros alzados era entendida en la división de las veinticuatro horas del día, y en que era necesario distribuir esas horas de manera equitativa en tres partes, una para la jornada laboral, otra para la recreación, ocio y tiempo en familia y la tercera en ocho horas de descanso recomendadas por las instituciones de salud, también es necesario entender que estos trabajadores vivían para trabajar y no trabajaban para vivir, y una vez que la fuerza de trabajo era agotada por motivos de salud o de edad, eran remplazados como recursos que eran y que son, recursos humanos, por lo que no tenían  tiempo para encontrarse y conocerse como individuos, no tenían tiempo para compartir y conocer a sus hijos ni para agotarlo en lo que ellos desearan. Es entonces cuando debemos de repasar el concepto de libertad, o de preguntarnos; ¿Quién no es esclavo, por consiguiente es libre? Ellos lo hicieron seguramente.

Los historiadores nos regalan en su crónica que el 1 de mayo cincuenta mil trabajadores de Chicago salieron a manifestarse en una ciudad que no tenía un contexto jurídico determinado, ósea que no tenía leyes que hablaran de tolerancia a las manifestaciones obreras ni mucho menos a un derecho de huelga, por lo que eran automáticamente reprimidas por las fuerzas policiales sin mediar dialogo alguno, ni demostrar intención en conciliar a los explotados con los explotadores, no se entendía que los obreros tuvieran las agallas de protestar, no porque les faltaran motivos, sino porque al hacerlo deberían de darse por despedidos privando a sus familias de recursos para sobrevivir.

Al celebrar este tipo de manifestaciones los patrones para seguir produciendo en sus empresas contrataron a trabajadores que se aprovecharan y ocuparan los puestos que dejaban temporalmente los trabajadores manifestantes a los que posteriormente se les conocería como “esquiroles”, por lo que con fecha 2 de mayo uno de los lideres August Spiece, hizo sonar la chicharra de salida de una de las empresas minutos previos, lo que tenía como propósito el asedio de los esquiroles que se enfrentaron a los trabajadores manifestantes que se encontraban afuera de una de las empresas esperándolos, por estos hechos la policía de la ciudad al perder el control de la escena comenzó con los disparos a quemarropa sin distinción a ambos bandos de trabajadores dejando una decena de muertos y cientos de heridos.

Con la trifulca y confusión que se daba entre los participantes de ambos lados obreros sumando a esto a los elementos de la policía, se detonó un explosivo del cual nunca se supo su procedencia dejando a un policía muerto y dos heridos, por lo que fueron juzgados y condenados a la horca los líderes obreros George Engel, Agust Spies, Albert Parsons, Louis Lingg y Samuel Fielden conocidos posteriormente como los Martires de Chicago a quienes se les conmemora cada primero de mayo por los acontecimientos en la Plaza de Heymarket en Chicago, a la cual el diario New York Times se refirió de la siguiente manera “Su significado tiene que ver con la libertad de expresión, el derecho de manifestarse, el trabajo organizado, la lucha por la jornada de ocho horas y el derecho de todo ser humano a conseguir una prospera e igualitaria vida”

Cabe mencionar que los trabajadores eran extranjeros en su mayoría italianos, españoles, irlandeses y polacos, los mexicanos aun no eran una minoría prominente de consideración en las bases obreras del vecino del norte, circunstancia que propició la veloz propagación noticiosa de los hechos alrededor del mundo, tal como lo hizo uno de los testigos presenciales de los hechos, el cubano José Martí, quien en ese momento corresponsal del diario argentino “La Nación”  narró los hechos de esta manera: “El obrero, que es el hombre y aspira, resiste, con la sabiduría de la naturaleza, la idea del mundo donde queda aniquilado el hombre; pero cuando, fusilado en granel por pedir una hora libre para ver a la luz del sol a sus hijos, se levanta del charco mortal apartándose de la frente, como dos cortinas rojas, las crenchas de la sangre”. Esto sirvió como presión para los empresarios norteamericanos, ya que el mismo año de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de ocho horas a miles de obreros tal como da fe Federico Engels en el prefacio del “Manifiesto Comunista” en coautoría con Karl Marx de 1890.

En la Segunda Internacional, reunión de confederaciones obreras de varios países, sobre todo europeos, celebrada en 1889 en París y en la que participó el filósofo y jurista mexicano Vicente Lombardo Toledano se tomó la decisión  de celebrar el día 1º de mayo  el día del trabajo a nivel mundial.

En nuestro país, fue hasta 1913 que a iniciativa de la Casa del Obrero Mundial se conmemoró el primero de mayo el día del trabajo para lo cual se realizaría una marcha  en la cual veinte mil obreros exigieron a Victoriano Huerta la implantación de las ocho horas como jornada laboral máxima legal, sin embargo fue hasta 1917 que quedó establecida está en el artículo 123 de nuestra Constitución. En 1923 siendo presidente de la república Álvaro Obregón fue promulgado el primero de mayo  como día del trabajo, aunque hasta 1925 Plutarco Elías Calles lo establece de manera oficial.

Año de 1886, año que fue testigo del nacimiento de este gran movimiento obrero de carácter internacional, y año que fue testigo también de otro nacimiento, el de Diego Rivera, genio muralista mexicano que tal vez por esta causa, o cualquier otra derrochara empatía y admiración por la clase obrera que no queda mal plasmada para la posteridad en su obra “El hombre controlador del universo” que podemos contemplar con no poca admiración en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México.

Ahora nos corresponde cuidar, defender y hacer crecer el legado de los mártires de Chicago, de Cananea, de Río Blanco, y de todos aquellos que históricamente han luchado por la mejora de la calidad de vida del hombre trabajador y de su familia. Es hora de formar nuestro legado a esas conquistas y no dar ni un paso atrás como clase obrera a la que pertenecemos orgullosamente.
Mtro. Valente Quintana