Durante mi niñez, escuche en repetidas ocasiones como los adultos se quejaban de la situación de México, imputando el daño, a una serie de personajes que hasta ese momento me resultaban indiferentes, pues yo estaba concentrado en las maravillosas e increíbles situaciones propias de la más temprana edad, sin embargo, recuerdo vagamente que ellos los llamaban “políticos” o “ladrones”.
Conforme fue pasando el tiempo, me hice, gracias al esfuerzo de mi padres, de cierta educación, brindándome mayor placer las disciplinas como la historia, el civismo y desde luego los juegos.
Durante mi primera etapa estudiantil, conocí a los principales personajes que forjaron y dieron identidad a México. Conocer la historia de hombres de la talla de Morelos, Hidalgo, Victoria y Juárez entre otros, me hacia sentir un gran orgullo por nuestros líderes y, a la vez, despreocuparme por saber quién nos gobernaba actualmente, quién nos dirigía, pues conociendo la poca historia que hasta ese momento se me había ofrecido, era fácil pensar que aquel que tenía en esos momentos el poder en sus manos, era un personaje de la talla de aquellos de los hablaban los libros de texto.
Años más tarde, mis preferencias no cambiaron en cuanto a las disciplinas predilectas, ni el valor y admiración que me generaban los antiguos lideres, aunque claro, que ante la mayor visión global que me proporcionaban mayores estudios, se veían estos algunas veces opacados por hombres realmente fuera de serie que no solo habían marcado México, sino el mundo entero, dejando en claro, que la fuerza de un hombre es la fuerza del mundo.
Durante algunos años me olvide un poco del lío aquel de los líderes y me concentre en nada, pasar el rato, ser indiferente a todo y buscar siempre al placer. Poco me duró esto, pues en el país en que vivimos, es muy difícil ignorar lo que pasa el vecino, así que opte por volver a ocuparme de aquellos que detentan el poder y de los que todos hablan. Este rencuentro fue un poco traumante, pues la situación no se parecía a aquella que yo había contemplado durante mis primeros años, y no es que la cosa hubiera cambiado, sino que durante el tiempo de apatía me desprendí de ciertas fantasías que encubría para mi más sano desarrollo en aquella realidad.
Mi primer acercamiento con la política, fue en al año de 1994, tiempo en el que Don Carlos Salinas, dejaba la presidencia, al perecer en calma, sin embargo, tal y como ocurre en los finales, nos remontamos al principio, y así, mis padres recordaban la caída del sistema que había dado la victoria a Salinas en contra de Cárdenas, lo que de inmediato ponía en mente que quien dejaba la silla en ese momento, no había sido realmente elegido por el pueblo.
Así, durante los siguientes seis años, el personaje que comandaba la nación era Zedillo, quien había llegado a la presidencia sin legitimación alguna, al ocupar el puesto del desaparecido Colosio, quien a su vez, había sido asesinado al ritmo de la culebra. Afirman algunos que Colosio fue víctima de Carlitos. Así que en caso de ser esto cierto, la presidencia de Zedillo era una herencia de aquel, aun que no la única, pues también dejó en sus manos aquella devaluación que mi generación recuerda, y nuestros padres sufrieron, de la que, hasta la fecha, no nos hemos recuperado, mas bien considero nos acostumbramos.
Años mas tarde, la llegada de Fox a los Pinos, daba aires de esperanza, pues habíamos logrado derrocar al partido que sin lugar a dudas, tanto daño había hecho a la Nación , claro que no faltaba quien añorando la dictadura, no perdía ocasión para decir: “a mi no culpen yo vote por el PRI”. Y así pasaron seis años, en los que la esperanza se trasformó en vergüenza, pues era claro que este vaquero no llenaba las botas ni ajustaba el sombrero.
Todas las anteriores situaciones, ponían ante mis ojos la sospecha de que aquellos dirigentes, no tenían ninguna intención sobre el progreso del país, sospecha que crecía cada vez que escuchaba sobre el trabajo, o más bien, la falta de este de nuestros legisladores, quienes en verdad en tema de pena y vergüenza, nada le piden a Fox.
Y así, con la realidad ante mi, una vez más salí a votar en 2006, unas elecciones vivas y peleadas. Por un lado, el loco que se decía el caudillo salvador de la patria y, por el otro, aquel que no se cansó de prometer, y que con una campaña en la que nos supieron inculcar el miedo por el primero de estos, me convencieron. Aposte por el panista, quien desde los primeros días de gobierno, desconozco si por iniciativa propia, o por la del vecino del norte, inició una guerra desmedida en contra de los malos, sin tomar en cuenta que estos siempre vivieron en casa.
Mientras tanto, aquel supuesto peligro, daba motivos a su descripción, tomando Reforma por más de un año y dejando claro a todos aquellos afectados por sus tácticas caprichosas, que cabe aclarar, se vieron en las calles, más no en los tribunales, que la campaña en su contra, no era del todo mentira, que los rumores eran ciertos y que en efecto, es un tipo que no reconoce las instituciones y que no puede coexistir con ellas.
Hoy, como en mis primeros años, no me es claro como se referían los adultos a los causantes del daño, “políticos” o “ladrones”, pues la diferencia entres estos dos conceptos, en nuestro país, cada vez es menos visible, ya que todo lo que sabemos de los primeros, es que viven de grandes salario y prestaciones, y durante los periodos de gobierno se olvidan de sus legítimos mandantes, y que cuando se avecinan tiempos electorales, se publicitan con cara de grandes aspiraciones, criticando al semejante (político) y prometiendo con discursos elaborados desde principios del siglo pasado, pidiendo tu voto. Y de esta manera, nos ponen, cada tiempo de elecciones a intentar decidir quién podrá ser aquel que cambie todo aquello de lo que nos quejamos día a día, concluyendo siempre, que no es ninguno de ellos, así que más vale conformarnos con lo menos malo, la fruta menos podrida.
He procurado hacer un análisis minucioso de las actuales ofertas, sin embargo, en este hacer, me he encontrado con ciertas conclusiones del porqué de las actuales condiciones, que son únicamente imputables a mí.
En un inicio creí, y digo creer, por que sin saber confié. Después, sabiendo un poco, elegí, el problema es que mi elección estuvo basada en procurar al mejor, que en realidad era el menos peor, pues siendo honesto, nuca me llenó el ojo. Por último, confiado en mi no mayor conocimiento, aposte por el daño menor, y volví a errar.
Considero que esta serie de errores, encuentra motivo en que siempre compre las intenciones de algún candidato, sin tomar en cuenta que los discursos estaban huecos, que la caja estaba vacía, que me vendía una hermosa envoltura llena de nada, y que su único objetivo, y en esto no hablo únicamente de los presidenciables, sino tal vez con mayor dirección a los legisladores, es mantener el status que les hemos dado, y que por nada del mundo quieren perder, pues detentar el poder y la riqueza, es un platillo al que uno se acostumbra . Entonces, el problema esta en lo que les damos sin reparo y exigencia, pues el único que les puede garantizar la estabilidad o castigar la misma, es el propio partido, por ello, tanto tu como yo, en el actual sistema político no tenemos voz real, pues no importa que tan inconforme te encuentres, pues alguien seguirá ganando, ya sea el menos malo o el menor daño, y alguien seguirá perdiendo, aunque aquí los actores no cambien, siempre tu y yo.
Por eso hoy estoy convencido de que la única manera de combatir lo que los políticos se han creado con nuestra ayuda, al solapar en cada elección su actuar, es por primera vez mostrar esa inconformidad dentro del juego sin jugarlo, es decir, ir y cumplir con un deber ciudadano, pero no votar por ninguno, sino anular tu voto, pues solo de esta manera haremos notar nuestro desprecio al maltrato y soslayo, y propiciaremos circunstancias imposibles de pasar por alto, aunque sé, que el talento de estos para hacerlo es bastante desarrollado.
En conclusión, necesitamos devolver el mando al pueblo, con mecanismos como el voto blanco, la revocación de mandato, la reelección, etc. Pues solo de esta manera, los gobernados podremos exigir al gobernante, provocando que aquel que detenta el poder, se comprometa no con un color sino con una nación.
Por Gerardo Quintana
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