Se
aproxima el primero de mayo correspondiente a este año 2018, y sabemos que es
día del trabajo porque desde niños lo aprendemos y en el colegio nos hablan de
este día relacionándolo con nuestro artículo 123 constitucional, en el cual se
contienen todas esas conquistas que heroicamente han obtenido las generaciones
de trabajadores del siglo XIX y principios del siglo XX de las cuales nos
repiten las maestras de educación primaria nos debemos sentir orgullosos, ya
que así lo narra la historia de nuestro país, y porque nos han dicho también
que gracias a los más desprotegidos sectores como los obreros y los campesinos
estalló la tan comentada en los libros de texto gratuitos, Revolución Mexicana.
Más
adelante nos enteramos para seguir acrecentando ese orgullo patriótico
revolucionario, que nuestro artículo 123 constitucional fue el pionero en
incorporarse a la Constitución Política de un país, el nuestro, México, incluso
antes de incorporarse a la Constitución de Weimar, Alemania, que por mucho
tiempo fue reconocida como la primera constitución formulada desde una
plataforma social, hoy México tiene ese orgullo histórico que nos ha mantenido
inflamado el pecho de orgullo por más de cien años.
Volviendo
a la fecha que en principio comentamos he decidido hacer algunos breves
comentarios para enterarnos del motivo real que conmemoramos, y del porque esta
fecha la relacionamos en nuestro país y en muchos otros con el día en que festejan
los trabajadores.
Empecemos
por decir que el día 1 de mayo lo celebramos como día del trabajo no solo en
México, sino de manera internacional, y lo que motiva en concreto a esta fecha
son los hechos acontecidos del 1 al 4 de mayo de 1886 en la ciudad de Chicago en Estados
Unidos, donde cansados de los abusos provocados por los patrones debido a las
pocas fuentes laborales y el alto desempleo salieron a la calle a manifestarse
más de cincuenta mil trabajadores con una consigna en específico, la de regular
como jornada laboral máxima de 8 horas diarias con un día por semana de
descanso de la jornada semanal. Y es que por esos días no era extraño encontrar
trabajadores que desempeñaban jornadas inhumanas de hasta 14 o 15 horas diarias
sin días de descanso, lo que provocaba perdida de salud en los trabajadores,
así como una nula calidad de vida.
La
jornada de ocho horas que exigían los obreros alzados era entendida en la
división de las veinticuatro horas del día, y en que era necesario distribuir
esas horas de manera equitativa en tres partes, una para la jornada laboral,
otra para la recreación, ocio y tiempo en familia y la tercera en ocho horas de
descanso recomendadas por las instituciones de salud, también es necesario
entender que estos trabajadores vivían para trabajar y no trabajaban para
vivir, y una vez que la fuerza de trabajo era agotada por motivos de salud o de
edad, eran remplazados como recursos que eran y que son, recursos humanos, por
lo que no tenían tiempo para encontrarse
y conocerse como individuos, no tenían tiempo para compartir y conocer a sus
hijos ni para agotarlo en lo que ellos desearan. Es entonces cuando debemos de
repasar el concepto de libertad, o de preguntarnos; ¿Quién no es esclavo, por
consiguiente es libre? Ellos lo hicieron seguramente.
Los
historiadores nos regalan en su crónica que el 1 de mayo cincuenta mil
trabajadores de Chicago salieron a manifestarse en una ciudad que no tenía un
contexto jurídico determinado, ósea que no tenía leyes que hablaran de
tolerancia a las manifestaciones obreras ni mucho menos a un derecho de huelga,
por lo que eran automáticamente reprimidas por las fuerzas policiales sin
mediar dialogo alguno, ni demostrar intención en conciliar a los explotados con
los explotadores, no se entendía que los obreros tuvieran las agallas de
protestar, no porque les faltaran motivos, sino porque al hacerlo deberían de
darse por despedidos privando a sus familias de recursos para sobrevivir.
Al
celebrar este tipo de manifestaciones los patrones para seguir produciendo en
sus empresas contrataron a trabajadores que se aprovecharan y ocuparan los
puestos que dejaban temporalmente los trabajadores manifestantes a los que
posteriormente se les conocería como “esquiroles”, por lo que con fecha 2 de
mayo uno de los lideres August Spiece, hizo sonar la chicharra de salida de una
de las empresas minutos previos, lo que tenía como propósito el asedio de los
esquiroles que se enfrentaron a los trabajadores manifestantes que se
encontraban afuera de una de las empresas esperándolos, por estos hechos la
policía de la ciudad al perder el control de la escena comenzó con los disparos
a quemarropa sin distinción a ambos bandos de trabajadores dejando una decena
de muertos y cientos de heridos.
Con
la trifulca y confusión que se daba entre los participantes de ambos lados
obreros sumando a esto a los elementos de la policía, se detonó un explosivo
del cual nunca se supo su procedencia dejando a un policía muerto y dos
heridos, por lo que fueron juzgados y condenados a la horca los líderes obreros
George Engel, Agust Spies, Albert Parsons, Louis Lingg y Samuel Fielden conocidos
posteriormente como los Martires de Chicago a quienes se les conmemora cada
primero de mayo por los acontecimientos en la Plaza de Heymarket en Chicago, a
la cual el diario New York Times se refirió de la siguiente manera “Su significado tiene que ver con la
libertad de expresión, el derecho de manifestarse, el trabajo organizado, la
lucha por la jornada de ocho horas y el derecho de todo ser humano a conseguir
una prospera e igualitaria vida”
Cabe
mencionar que los trabajadores eran extranjeros en su mayoría italianos,
españoles, irlandeses y polacos, los mexicanos aun no eran una minoría
prominente de consideración en las bases obreras del vecino del norte,
circunstancia que propició la veloz propagación noticiosa de los hechos
alrededor del mundo, tal como lo hizo uno de los testigos presenciales de los
hechos, el cubano José Martí, quien en ese momento corresponsal del diario
argentino “La Nación” narró los hechos
de esta manera: “El obrero, que es el
hombre y aspira, resiste, con la sabiduría de la naturaleza, la idea del mundo
donde queda aniquilado el hombre; pero cuando, fusilado en granel por pedir una
hora libre para ver a la luz del sol a sus hijos, se levanta del charco mortal
apartándose de la frente, como dos cortinas rojas, las crenchas de la sangre”. Esto
sirvió como presión para los empresarios norteamericanos, ya que el mismo año
de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de ocho
horas a miles de obreros tal como da fe Federico Engels en el prefacio del “Manifiesto
Comunista” en coautoría con Karl Marx de 1890.
En
la Segunda Internacional, reunión de confederaciones obreras de varios países,
sobre todo europeos, celebrada en 1889 en París y en la que participó el
filósofo y jurista mexicano Vicente Lombardo Toledano se tomó la decisión de celebrar el día 1º de mayo el día del trabajo a nivel mundial.
En
nuestro país, fue hasta 1913 que a iniciativa de la Casa del Obrero Mundial se
conmemoró el primero de mayo el día del trabajo para lo cual se realizaría una
marcha en la cual veinte mil obreros
exigieron a Victoriano Huerta la implantación de las ocho horas como jornada
laboral máxima legal, sin embargo fue hasta 1917 que quedó establecida está en
el artículo 123 de nuestra Constitución. En 1923 siendo presidente de la
república Álvaro Obregón fue promulgado el primero de mayo como día del trabajo, aunque hasta 1925
Plutarco Elías Calles lo establece de manera oficial.
Año
de 1886, año que fue testigo del nacimiento de este gran movimiento obrero de
carácter internacional, y año que fue testigo también de otro nacimiento, el de
Diego Rivera, genio muralista mexicano que tal vez por esta causa, o cualquier
otra derrochara empatía y admiración por la clase obrera que no queda mal
plasmada para la posteridad en su obra “El hombre controlador del universo” que
podemos contemplar con no poca admiración en el Palacio de Bellas Artes de la
Ciudad de México.
Ahora
nos corresponde cuidar, defender y hacer crecer el legado de los mártires de
Chicago, de Cananea, de Río Blanco, y de todos aquellos que históricamente han
luchado por la mejora de la calidad de vida del hombre trabajador y de su familia.
Es hora de formar nuestro legado a esas conquistas y no dar ni un paso atrás
como clase obrera a la que pertenecemos orgullosamente.
Mtro. Valente Quintana
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