En estos tiempos tan
vertiginosos, es escuchado, leído e incluso charlado por el grueso de la
sociedad un problema ya muy enraizado que gira en torno de la economía global,
conocido de sobremanera como desempleo, pero es el analizar y profundizar hasta
cierto punto el saber de qué se trata, claro desde un punto lo suficientemente
científico y social, que sobrepase el conocimiento básico y lógico, que
justifique el publicar una opinión en forma de artículo, ya que además es visto como actor en primera
línea de los problemas básicos que tienden a crear estrategias, políticas y
normas procurando poner algún utópico remedio para su solución.
Tanto en América como en
Europa, vamos, en el mundo entero, debido al desequilibrio económico y social que
se ha manifestado con singular agudeza sobre todo en la última década se han
presentado conflictos naturales del propio sistema capitalista neoliberal
globalizado en que sus economías están basadas, en algunos países mayormente
marcado como es el caso de México, país desde el que escribo con la intención
de ser leído en zonas transfronterizas en las cuales las condiciones mucho se
asemejan a las de este país, en el que se sufre de una encarnizada competencia
por los puestos de trabajo existentes, ya que con gran tristeza reconozco, no
por antinacionalista, sino por un principio ético de la verdad, que la economía
formal no está poniendo en el mercado laboral el número de puestos de trabajo
necesarios para la gran demanda de connacionales que preocupados por
encontrarse al frente de un núcleo familiar terminan enrolándose en la economía
informal en el mejor de los casos, y en circunstancias extremas también en el
crimen organizado, que me imagino que debe de pagar bastante bien.
Ahora bien, es importante
entender que a pesar de los principios humanistas de los convenios
internacionales de la OIT, y de las legislaciones nacionales como es nuestro
caso, mencionan en su norma en materia, que el trabajo no es sujeto de
comercio, todo apunta a que este propósito solo se queda como una linda
intención plasmada en papel, ya que en la cruda practica todo apunta a que como
señalaba el viejo principio marxista, todos somos comerciantes, algunos
comercian con productos, otros con servicios, y quien no tiene otra cosa con
que comerciar, lo hará con su fuerza de trabajo, misma que alquilara al mejor
postor y que desde entonces hasta la fecha se ha venido desarrollando con la
capitalista ley de la oferta y demanda, misma que ha tenido sometida y ha
trasformado a sus exigencias cualquier legislación en materia de regulación de
relaciones de trabajo.
Desarrollando un sentido
lógico que pueda explicar la función y movimiento del mercado de trabajo de
manera global, y siguiendo en el mismo orden de ideas del párrafo que antecede
es fácil suponer que son los grandes corporativos con operaciones
multinacionales los que condicionan su inversión en determinados países de acuerdo
a las necesidades y productividad que se pueda obtener de cada país, y a su
vez, esta productividad estará íntimamente vinculada con la flexibilidad que
pueda desprenderse de las leyes o regulaciones en materia de relaciones
laborales correspondientes a cada país, lo cual quiere decir que un país que
tenga una legislación laboral con menos derechos a los trabajadores, gozará de
mayor flexibilidad, y resultara más atractiva la inversión de capital, ya que
se presume que será mejor la relación costo-beneficio, por lo que esta
inversión dará apertura a la creación de un mayor número de puestos de trabajo,
lo que en resumen podríamos ajustar en la siguiente formula;
Menos derechos laborales à Mayor flexibilidad laboral=
Más puestos de trabajo.
Ahora bien, además de fijar
las condiciones que influyen en la competencia entre países para la captación
de recursos e inversiones para la creación de empleo, es necesario también
destacar las aristas que harán diferencia cuando hablemos de la competencia
entre trabajadores para competir por puestos de trabajo, ya que como el título
del presente artículo lo sugiere estamos analizando el mercado de trabajo de
forma global, por lo cual es sencillo advertir sobre todo en los países más
desarrollados económicamente, y que por lo mismo ofertan un mayor número de
puestos de trabajo, estos serán competidos por trabajadores de todos los países
siempre y cuando se encuentren bien preparados.
La preparación de personal
calificado que pueda competir por puestos de trabajo dentro y fuera de su país
de origen la podemos catalogar de dos maneras, en primer lograr refiriéndonos a
capacitación y adiestramiento técnico-practico para desarrollar trabajos que no
requieran de cierto nivel educativo, y por otro lado, esos empleos que si lo requieren,
y en los cuales la dura competencia versara en el nivel educativo universitario
con que cada país, o institución educativa prepare a sus estudiantes, armas con
las cuales saldrán al mundo a competir de igual a igual estudiantes de Harvard,
de la Complutense, de la UBA, de la UNAM, o de la Sorbona, por ello que los
egresados universitarios busquen cada vez con mayor frecuencia realizar
estudios de postgrado en universidades pertenecientes a otros países, en primer
lugar por la presumible mayor calidad educativa que le fue brindada en su país,
y en segundo lugar por ampliar su panorama formativo, profesional y personal de
una manera global, lo cual es el mayor de los aciertos.
Ahora bien, atendiendo a una
competencia global de profesionistas, y no profesionistas contendientes para un
puesto de trabajo, sería de mucho beneficio estandarizar los programas
educativos, para que las patentes o títulos profesionales puedan ejercerse no
solo bajo la jurisdicción de un solo país, sino también de manera internacional,
más o menos como lo que sucedió con el Espacio Europeo de Educación Superior,
derivado de la declaración de Bolonia al homologar sus planes de estudio, de tal manera que un título universitario sea
plenamente valido en todo el espacio europeo, lo cual veo aplicable también de
manera internacional que de cierta manera se buscó en el Convenio de la Haya
con el tema del apostille de títulos universitarios, pero que sin embargo no ha
resultado fiel a su propósito debido a los múltiples y complicados procesos
burocráticos que impone cada país para el reconocimiento pleno de dichos
títulos, podría tal vez empezarse este proceso por región como lo ha hecho
Europa, haciendo algo similar en Latinoamérica.
Ahora bien, hemos analizado
hasta el momento el comportamiento del mercado de trabajo, mercado que
sobrepasa cualquier intento de control nacional o internacional, y hace parecer
cualquier ley laboral nacional, o norma internacional de trabajo de la OIT tan
solo una carta de buenas intenciones, por lo que como vemos se viene
desarrollando la economía globalizada, es necesario que las naciones actualicen
constantemente sus legislaciones en materia de empleo acorde a las
características del mercado, y no solo las legislaciones, sino también las
políticas laborales trazadas por cada país, que estén directamente relacionadas
con la normatividad en materia de trabajo, ambas alineadas a la dinámica del
mercado laboral, no tanto por que creamos que es lo mejor desde un punto de
vista humanitario, o de justicia social, sino porque así se presenta su
funcionamiento, y es preferible esto, a tener un país de trabajadores con pocos
derechos a un país sin puestos de trabajo, ya que no serviría de nada la
consagración de los mayores derechos laborales en un país sin empleo.
Viendo el panorama económico
anteriormente descrito, y que tal vez, para muchos en la trinchera de los asalariados pueda
resultar poco alentador el análisis que nos ocupa, hasta el momento no hemos
tocado las obligaciones que tiene el estado para con sus ciudadanos, y
nacionales, que en este caso considero oportuno tocar el tema de las políticas
de empleo y sociales que debe de tener el estado como tarea principal, y que en
mi país son sistemáticamente soslayadas, considerando que bastaría con una
reforma a nuestra Ley Federal del Trabajo, reforma que me parece más ha tomado
la forma de un parche mal pegado, y con la que se vendió a mis connacionales
estallaría un mágico mercado de trabajo lleno de esperanza, tristemente como
era predecible por los especialistas, no impulso ni en su mínima expresión el
mercado laboral, ya que hasta el momento no ha venido acompañado de las
políticas laborales respectivas, como un seguro de desempleo, capacitación para
el trabajo por parte del estado, planes de retiro y jubilación, un buen sistema
de salud, e incluso mejores y actualizados sistemas educativos, ya que en este
país, las obligaciones mínimas de bienestar social que debe brindar el estado,
se encuentran privatizadas y es alto el
precio que hay que pagar por ellas.
Como vemos aún falta
corregir varias fallas en el caso de México, y así seguramente también en el
caso de muchos países hermanos con circunstancias económico, político y
sociales similares a las nuestras, pero además de corregir estas fallas hay que
trazar el camino que se ha de seguir para lograr en principio por zonas, dar
una apertura de cooperación internacional a través de tratados para lograr la
apertura del mercado de trabajo, Europa fue pionera de este modelo, y creo que
Latinoamérica como conjunto tiene las condiciones necesarias para explorar este
camino de cooperación y fortalecimiento de un mercado de trabajo regional
resumiendo en otra formula el correcto actuar de los estados de la siguiente
manera.
Dinámica del mercado de
trabajoàLegislación
laboralàPolíticas
de empleo= Inversión y creación de empleos.
Valente Quintana
Catedrático de Derecho del
Trabajo en la Universidad Intercontinental, Licenciado en Derecho por la
Universidad Tecnológica de México, cuenta con estudios de Postgrado en Derecho
del trabajo por la Universidad de Castilla La Mancha, España, así como de
Derecho procesal del trabajo por la Facultad de derecho de la UNAM, es
Consultor para diversas empresas bajo su propia firma
www.valentequintana.com.com, y articulista de temas laborales para diversas
publicaciones.
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